El ritual matutino que no funciona
Durante años, mi rutina matutina sonaba como la de cualquier biohacker responsable: un vaso de agua con limón, después los electrolitos y la creatina, luego los prebióticos y espirulina, más tarde el omega-3, y finalmente el magnesio y ashwagandha. Cinco gestos separados, cinco decisiones, y cinco oportunidades de fallar.
Y fallaba. No todos los días, pero lo suficiente como para que la falta de constancia limitara los beneficios. Un día se me olvidaba el magnesio, otro no tenía electrolitos. Además, las semanas que viajaba me daba pereza llevarme tanta cosa y lo dejaba todo en casa. La fricción de la complejidad acababa ganando a la buena intención.
Seamos honestos: en un mundo perfecto no harían falta tantos suplementos. Despertaríamos con la luz del amanecer, comeríamos alimentos densos en micronutrientes cultivados en suelos ricos en minerales, nos moveríamos a lo largo del día y respiraríamos aire puro.
Pero no vivimos en ese mundo.
La realidad de la vida moderna
Vivimos en uno donde pasamos horas sentados ante pantallas, donde cuesta obtener todos los nutrientes que necesitamos de una cadena alimentaria cada vez más pobre, donde nos exponemos a agresores ambientales que nuestros antepasados jamás imaginaron.
Ese desfase crea déficits fisiológicos y nutricionales que es muy difícil solucionar solo con estilo de vida, por muy bien intencionados que seamos. Yo puedo salir a andar cada mañana con mi madre, ordenar mis comidas por macronutrientes y dormir 8 horas, pero aún así vivo en Londres, respiro su aire y compro verduras que han cultivado en suelos con menos minerales que antes, cubierto con pesticidas y recolectado antes de tiempo.
Ahí entra la suplementación inteligente: no como sustituto de los buenos hábitos, sino como puente práctico entre la realidad moderna y la salud óptima. Una compensación por vivir en el mundo que hemos construido.
Mi relación con AG1
Durante años confié en AG1 como mi póliza de seguro nutricional diaria. Simplificó mi rutina y, sinceramente, me hizo sentir mejor. No era todo marketing: la literatura respalda sus beneficios sobre la salud digestiva, el equilibrio del microbioma, sus propiedades antioxidantes y su biodisponibilidad superior a la de los multivitamínicos en comprimido.
AG1 hacía algo que pocos productos conseguían: convertir una decisión compleja en una simple. En lugar de investigar docenas de suplementos individuales, mezclar diferentes polvos y gestionar múltiples botes, tenía una rutina diaria de 30 segundos que cubría las bases.
Aun así, me chocaban tres problemas de fondo que no conseguía ignorar.
Los puntos flojos de la categoría
- El impuesto del famoso. Los suplementos premium como AG1 rondan o superan los €100 al mes. Una parte importante de ese precio paga patrocinios de Joe Rogan o Andrew Huberman y campañas masivas en redes sociales, no ingredientes de mayor calidad. El resultado es que muchas personas que realmente se beneficiarían quedan excluidas por precio. Hay algo perverso en eso: los productos de salud más efectivos son menos accesibles para quienes más los necesitan.
- El vacío de la abundancia. Revisas la etiqueta, ves una lista interminable de ingredientes exóticos y piensas que genial. Pero cuando empiezas a rascar y miras las cantidades, descubres dosis tan bajas que jamás alcanzarían efecto clínico. Es lo que en la industria llaman "fairy-dusting": usar ingredientes como adorno publicitario más que como componentes funcionales. Como servir una paella para 10 con un miligramo de azafrán: técnicamente puedes decir que está ahí, pero nadie va a notar la diferencia.
- La falta de transparencia en el origen. ¿De dónde proceden las materias primas? ¿Cómo se procesan? ¿Qué controles de calidad hay más allá de los mínimos legales? Tras años colaborando con productores de espirulina, he visto lo fácil que es pasar de un superalimento impecable a un polvo contaminado con metales pesados. La diferencia muchas veces está en detalles que nunca aparecen en la etiqueta: el pH del agua de cultivo, la temperatura de secado, el tiempo entre cosecha y procesamiento.
Construyendo la alternativa
Estas frustraciones nos llevaron a crear Alma Balance. No porque el mundo necesitara otro suplemento verde, sino porque veíamos una oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.
Aplicamos el mismo modelo Costco del que hablé en el artículo anterior: menos dinero en marketing, más inversión en ingredientes de primera categoría. Cada euro que no gastamos en anuncios lo destinamos a conseguir materias primas mejores al mejor precio posible y bajar el precio para nuestros clientes.
La diferencia empezaba por casa. Partimos de nuestra espirulina cultivada en el sur de España bajo supervisión directa. Cada lote analizado por terceros, cada parámetro controlado, cada paso del proceso documentado. No es que desconfiáramos de otros proveedores, pero conocer íntimamente tu cadena de suministro te da una ventaja que no puedes replicar comprando ingredientes en el mercado global.
Luego vino la dosificación. Preferimos 26 componentes bien dosificados que 80 en cantidades simbólicas. Si vas a incluir espirulina, que sea en los ~3g que muestran beneficio clínico, no en los 50mg que permiten mencionarla en la etiqueta.
El enfoque en sistemas
Diseñamos Alma Balance como un sistema integrado, no como una combinación aleatoria de ingredientes. Seis complejos que trabajan en sinergia: vitaminas y minerales en formas altamente biodisponibles, un complejo antioxidante multicapa, adaptógenos para la resiliencia al estrés, enzimas digestivas para maximizar absorción, superfoods concentrados ricos en fitonutrientes, y fibras prebióticas selectivas que nutren las bacterias correctas.
La idea era diseñar una fórmula que emule la propia fisiología humana: un ecosistema en el que cada ingrediente refuerza al siguiente. Las enzimas digestivas preparan el terreno para que los minerales se absorban con mayor eficiencia; los prebióticos cultivan una microbiota capaz de sintetizar vitaminas del grupo B; y los adaptógenos afinan la respuesta al estrés, evitando que se consuman nuestros antioxidantes endógenos.
Lo que decidimos no hacer
Tan importante como lo que incluimos fue lo que decidimos dejar fuera. No añadimos probióticos, por ejemplo, a pesar de que muchos competidores los promocionan como componente clave.
¿Por qué? Porque cada cepa probiótica tiene efectos distintos y especializados. Lo que mejora la diarrea de una persona puede causar inflamación intestinal en otra. Los probióticos útiles necesitan ser personalizados según la dolencia específica y tomados por tiempo limitado, no como suplemento crónico. Además, las bacterias vivas requieren cápsulas gastro-resistentes para llegar intactas al intestino, no el formato polvo que favorecemos para todo lo demás.
Era tentador incluirlos para tener una lista más impresionante, pero habría ido contra nuestro principio de dosificaciones efectivas y honestidad científica.
Mi protocolo personal
Cada mañana mezclo 10g de Alma Balance con ~3g de Creavitalis en un vaso de agua. La creatina para potencia cognitiva y muscular, Alma Balance para cubrir las bases nutricionales que mi dieta, por buena que sea, no puede garantizar en el Londres de 2025. Dos ingredientes, cero complejidad y fácil de llevar conmigo cuando voy a Madrid o Almería.
Es una rutina de 30 segundos que me da tranquilidad para el resto del día. Sé que pase lo que pase (una comida rápida entre reuniones, un día especialmente estresante, una semana donde no consigo comer todas las verduras que debería) tengo cubiertas las bases.
Redefiniendo el estándar
Sin restar mérito al recorrido de AG1, creemos que Alma Balance representa la evolución lógica para el consumidor europeo informado: beneficios comparables o superiores, transparencia total en origen y dosificación, menos de la mitad de precio, e ingredientes locales que no vienen tienen que viajar desde Estados Unidos.
Nuestra misión no es solo crear otro producto, sino redefinir qué debería esperar la gente de esta categoría. Un suplemento auténtico, científicamente respaldado y económicamente accesible que cumpla lo que promete sin marketing excesivo.




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