En 2023, decidí probar un monitor continuo de glucosa. No soy diabético. Solo quería "optimizar" mi metabolismo.

Si esto te suena extremo, probablemente lo era. Pero apuesto a que has experimentado versiones más sutiles de lo mismo: contar macros religiosamente, sentirte culpable por saltarte el gimnasio, o pasar 20 minutos cada mañana decidiendo qué suplementos tomar según tu "objetivo del día."

Lo que empezó como curiosidad científica se convirtió rápidamente en obsesión. Medía mis macros al gramo. Evitaba carbohidratos como si fueran veneno. Consumía más de 120 gramos de proteína diarios. Entrenaba incluso cuando mi cuerpo pedía descanso. Si no dormía exactamente 8 horas, el día siguiente me sentía culpable.

El resultado después de varios meses: ansiedad constante, rigidez social, y paradójicamente, peor salud mental que cuando no hacía nada.

Crecí en España, en un entorno donde la salud era simple: comida fresca, movimiento natural, cenas largas con amigos. Nadie medía nada. Nadie optimizaba nada. Y la gente vivía bien, mucho tiempo.

Que yo (alguien de ese contexto cultural) acabara obsesionado con CGMs y protocolos de 47 pasos me hizo darme cuenta de algo importante: no era mi decisión individual. Era el sistema en el que ahora vivo. Londres, Instagram, la cultura startup, el wellness anglosajón... todos empujando la misma narrativa: que la salud requiere optimización constante, medición permanente, y disciplina inquebrantable.

Esa narrativa es insostenible. Y es mentira.

El problema con la perfección

La obsesión con optimizar cada aspecto de tu salud crea tres problemas fundamentales, especialmente para profesionales urbanos que ya tienen suficiente carga cognitiva:

1. Fatiga de decisión constante

Cada elección de salud se convierte en una negociación interna: "¿Debería salir con amigos o ir al gimnasio?" "¿Como lo que me apetece o la opción más saludable que no me gusta?" "¿Me quedo leyendo o me obligo a dormir aunque no tenga sueño?"

Un estudio de Roy Baumeister en 1998 demostró que la fuerza de voluntad funciona como un músculo: se agota con el uso. Gastarlo en decisiones de salud diarias significa tener menos para lo que realmente importa en tu trabajo, relaciones, y proyectos personales. Para profesionales que ya toman cientos de decisiones estratégicas cada día, añadir 20 más sobre salud es la receta perfecta para el agotamiento.

2. Culpa y ansiedad como compañeros constantes

Cuando estableces protocolos rígidos, cada desviación genera culpa. Un viernes de cervezas con amigos se convierte en "romper tu racha". Dormir menos un miércoles porque estás leyendo un libro fascinante es "sabotear tu recuperación". Saltarte tus suplementos un domingo en un viaje es "perder consistencia".

La culpa no mejora tu salud. La empeora.

3. Abandono total cuando falla la perfección

El enfoque de "todo o nada" tiene una consecuencia predecible: cuando inevitablemente no puedes mantener el estándar perfecto (porque tienes una vida real con trabajo, familia, viajes, y eventos sociales), abandonas completamente.

Has visto este patrón: alguien que cuenta macros religiosamente durante tres meses, tiene un fin de semana "malo", decide que "ya lo arruinó todo", y deja de hacer cualquier cosa saludable durante las siguientes seis semanas.

La perfección mata la consistencia. Y la consistencia es lo único que realmente importa.

La alternativa: hábitos sin negociación

Después de varios meses luchando con mi protocolo extremo (y finalmente abandonándolo) pasé tiempo reflexionando sobre qué había fallado. Y me di cuenta: el problema no era mi falta de disciplina. Era el enfoque completo.

Los mejores hábitos de salud tienen una característica en común: no requieren fuerza de voluntad porque no requieren decisiones diarias.

No es "¿debería lavarme los dientes hoy?" Es automático.

No es "¿tomo agua hoy?" Simplemente lo haces.

No debería ser "¿tomo mis suplementos hoy?" Debería ser igual de obvio.

Cuando diseñamos Alma, este principio guió cada decisión:

Un scoop. Agua. 60 segundos. Listo.

No hay que decidir qué ingredientes combinar hoy. No hay que medir dosis diferentes según tu objetivo del día. No hay que negociar contigo mismo si "vale la pena" el esfuerzo.

Por qué está bien romper las reglas

Aquí está la verdad incómoda que la industria del wellness no quiere que sepas:

Salir un viernes hasta tarde es salud, aunque te saltes tu entrenamiento del sábado.

Dormir menos un miércoles porque estás en conversación o leyendo es salud.

No tomar tus suplementos un domingo porque estás viajando es salud.

La vida no es un protocolo de optimización. Los momentos que recuerdas en tu vida, como las conversaciones profundas y las risas espotáneas con amigos casi nunca pasan dentro de tu plan perfecto de salud.

La rigidez no es virtud y puede generar ansiedad.

El estándar Alma: simple, no demandante

Cuando creamos Alma Balance, establecimos un principio claro: no queremos ser otra cosa más que optimizar en tu vida.

No queremos que midas. No queremos que calcules. No queremos que te sientas culpable cuando te saltas un día.

Queremos ser el hábito más fácil de tu rutina diaria. Tan simple que no requiere pensarlo. Tan consistente que no genera ansiedad. Tan equilibrado que no crea rigidez.

30 ingredientes en dosis clínicas. Espirulina del sur de España. Producción con estándares científicos rigurosos. Todo en un scoop que tomas en 60 segundos y sigues con tu día.

Si un día te lo saltas porque saliste tarde, dormiste poco, o simplemente olvidaste—no pasa nada. No tienes que "compensar" al día siguiente. No hay culpa. Lo retomas cuando sea.

La consistencia no significa perfección. Significa volver una y otra vez sin drama, sin negociación, sin fuerza de voluntad.

La lección del monitor de glucosa

¿Qué pasó con mi experimento de CGM y optimización extrema?

Lo abandoné. El coste de la obsesión superaba cualquier beneficio físico de la optimización. (Y mi novia, ahora mujer, pensaba que me estaba volviendo loco.)

Ahora tengo protocolos más simples. Alma con creatina cada mañana. Entrenar cuando puedo y saltármelo cuando no me siento con fuerza. Dormir bien la mayoría de noches, no todas. Comer bien la mayoría de días, no siempre. E intento no culparme cuando me salto cualquier cosa.

¿El resultado? Mejor salud, menos ansiedad, más vida real.

Y curiosamente, más parecido a cómo mi familia en España siempre había vivido.

El hábito que no requiere voluntad

Si algo hemos aprendido construyendo Alma es esto: el mejor producto no es el que promete transformación radical si lo sigues perfectamente.

Es el que puedes mantener sin esfuerzo durante años sin sentirte mal cuando no eres perfecto.

Es el que sigues usando en 5 años sin pensar en ello cada mañana.

Es el que no necesita tu fuerza de voluntad para decidir si hoy eres "bueno" con tu salud.

No estamos construyendo la próxima moda del wellness. Estamos construyendo un hábito que te acompaña 20 años—en tus mejores días y en los complicados.

Simple. Efectivo. Sin culpa.

Eso es Alma.

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